28 marzo, 2024
Nacionales

La Columna Armada: una historia de narcos, autodefensas y caciques en Tamaulipas

El día que Octavio Leal Moncada, de 79 años, fue capturado, sus seguidores respondieron. La capital del Estado de Tamaulipas, Ciudad Victoria, que no suele aparecer en las noticias de la prensa nacional con la misma voracidad que lo hacen otras vecinas de la frontera —de las más violentas del país— fue sitiada el martes por cientos de hombres, algunos armados, tras la captura del líder de un grupo paramilitar poco conocido a nivel nacional: la Columna Armada Pedro José Méndez. Esta organización con nombre de un general de la Revolución, que apela al patriotismo y a la defensa autónoma de sus pueblos, se ha convertido en un poderoso agente político y militar en la zona, ajeno al Estado. Pero unos antecedentes de narcotráfico, poder político y sangre les persigue.

En algunos rincones de Tamaulipas, la ausencia de Estado es tal que uno identifica a la autoridad no por una placa, ni siquiera un uniforme: un fusil R15. Y el martes, algunos de los hombres que protestaban para exigir la liberación de Leal Moncada portaban unos cuantos. A ellos se sumaron cientos de pobladores de Hidalgo, Villagrán, Mainero, San Carlos, Güémez, Padilla y San Nicolás, municipios rurales que abrazan a la capital, dedicados a la naranja y a la ganadería, donde la única autoridad visible es la que impone la Columna.

La protesta escaló al debate nacional sin que muchos en el resto del país supieran identificar quiénes son realmente los miembros de este grupo, ni cómo Leal Moncada había acumulado ese poder. Una protesta con cientos de agricultores y algunos hombres armados que bloqueó la entrada a la capital y, también, el paso de tráileres en una de las rutas más concurridas del país —que conecta Nuevo León con las principales ciudades de Tamaulipas y la frontera con Estados Unidos—.

Para comprender la capacidad de movilización de la Columna es necesario remontarse a 2010. Un año sangriento en la historia de México, pero sobre todo en este rincón del noreste mexicano, donde la batalla contra el narco que emprendió Felipe Calderón (de 2006 a 2012) se ensañó con una población acosada ya por el terror de Los Zetas, el grupo de sicarios con entrenamiento militar conocidos por los más sádicos crímenes.

En ese año un poderoso ganadero, un cacique de Hidalgo (a unos 80 kilómetros de la capital), decidió ejecutar la máxima castrense de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Y cuando Los Zetas buscaban extender su poder territorial tras separarse del hegemónico cartel del Golfo en ese año —habían sido su grupo de sicarios y luego los más férreos rivales—, y acosaban a poblaciones completas, este hombre se asoció con los grandes para eliminar a cualquier adversario común. Leal Moncada fundó un grupo que calificó de autodefensas para “limpiar” de Zetas su pueblo, pero lo vistió de organización cívica, aunque los fusiles llevaban sangre del cartel del Golfo.

La Columna podría asemejarse a otros grupos de autodefensas surgidos unos tres años más tarde en Michoacán por la máxima de levantarse en armas contra el narco, ante la incapacidad de las autoridades de hacerle frente. La diferencia principal es que su líder, ahora detenido, ya tenía un historial oscuro antes de montar la organización. En junio de 1989 fue condenado a prisión por narcotráfico, acusado de poseer más de 200 kilos de marihuana y 15 armas de grueso calibre en un rancho de su municipio, Hidalgo, sede principal de la Columna, según fuentes de la Fiscalía. También, que su objetivo a batir no era el narco en general, sino una organización en concreto, Los Zetas.

Desde 2018 pesa una orden de aprehensión en su contra y otros líderes del grupo por delincuencia organizada. Aunque este martes fue capturado y acusado de un homicidio cometido presuntamente en 2010. Según la información oficial, se trató de un doble asesinato cometido en el Ejido Barbosa: “Las víctimas iban a bordo de un vehículo cuando fueron interceptados por Octavio y otros hombres con armas largas, dispararon hacia la unidad privándolos de la vida en el lugar”, señalan fuentes judiciales. Aunque no han explicado cómo nadie lo persiguió en 12 años.

Leal Moncada, también conocido como El Tarzán o El Profe, y su organización se han asociado desde su fundación al poder político. Primero, a las fuerzas federales de combate al narcotráfico, especialmente dedicadas a desmantelar a Los Zetas, que también eran su objetivo. Y después, de cara a las elecciones de 2016, la rama civil del grupo, que hace mítines, y gobierna de facto sus pueblos, apoyó al entonces candidato y después gobernador Francisco Javier Cabeza de Vaca, del PAN. Existen imágenes de actos de campaña de apoyo de la Columna al político. Una alianza que se quebró este año, los adversarios critican que se haya asociado para las últimas elecciones estatales de junio con el candidato de Morena, Américo Villareal, recién electo.

El investigador del Colegio de la Frontera Norte, Jesús Pérez Caballero, que ha estudiado los orígenes y evolución de esta organización, explica cómo ha sabido oscilar entre lo militar y lo público para convertirse en un grupo poderoso en esos municipios. “La organización ha sido capaz de pasar de un grupo aglutinador de acciones violentas contra individuos percibidos como enemigos —alrededor de 2010 se presentaba como una especie de paraguas logístico para el cártel del Golfo, en oposición a Los Zetas y autoridades que los apoyaban—, a otro de índole político, de concienciación política sobre su necesidad en la región, en un período de una década, lo que habla también de lo imbricado que está la región donde opera”, cuenta Pérez a este diario.

Así, la Columna se ha convertido desde hace más de diez años también en un interlocutor político. “Hay videos de políticos de todos los partidos dando su apoyo a la organización y viceversa, lo que nos habla de un fenómeno transversal (también lo es el caciquismo). La organización se permite cambiar estratégicamente de adscripciones políticas, dada la capacidad de movilización que ha logrado en la zona y sus vínculos con redes políticas y económicas de la capital Ciudad Victoria y en Nuevo León”, señala el investigador.

La Columna Armada hace mítines de campaña a la vez que ha puesto coches bomba —siete en Ciudad Victoria entre 2010 y 2012— contra cualquier individuo que consideraran que tenía una vinculación con Los Zetas. La Fiscalía, que en su momento no lo impidió, ahora los acusa de haberse “apoderado” de los municipios que controlan, “imponiendo a su gente en los puestos de elección popular”. Y señalan como jefa de la rama política del grupo a Nohemí Estrella Leal, quien fue diputada local por el PAN: “Los empleados de los ayuntamientos solo obedecen órdenes de Moncada y Nohemí Estrella”, señalan.

Por qué la Columna se ha mantenido relativamente alejad de los focos pese a su poder, con escasas excepciones como los bloqueos carreteros, se debe en parte a la autocensura mediática que existe en algunas zonas de este Estado, donde según periodistas consultados, los reporteros evitan publicar notas que tengan que ver con seguridad o narcotráfico. Un silencio informativo que a veces se rompe cuando algunos sucesos impactan con su vecino del norte, Estados Unidos.

Además, el investigador explica que “el movimiento se mantiene en un ámbito regional, no expansivo a otros lugares, a diferencia de las autodefensas michoacanas, por lo que no es visto como peligroso, o contagioso, más allá de ese territorio y, por tanto, como mediático”. Y también, se trata de un grupo complejo, difícil de explicar en un titular: “¿Son autodefensas?, ¿es un grupo criminal?, ¿es la rama política de un grupo criminal?, ¿es caciquismo que se alía con quien puede ante una situación crónica violenta?”, se pregunta Pérez. Es todo al mismo tiempo, concluye, pero “los matices a los que obliga dificultan que sea materia de notas periodísticas fáciles”.

Fuente: El País